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miércoles, 18 de junio de 2025

Jaluf, el Flautista - 01. Érase una vez…o En el que Jaluf, el Flautista, nos habla de cerdos errantes y de la sombra tibia de la holganza



01. Érase una vez…o En el que Jaluf, el Flautista, nos habla de cerdos errantes y de la sombra tibia de la holganza


—No todos los cerdos nacimos para levantar casas —decía Jaluf, recostado a la sombra de una vela mal remendada, con la flauta entre los dientes y la barriga al sol, como si el mundo le debiera una siesta eterna.

Así comienza el relato del tercero de aquellos tres hermanos, a quienes los cuentos de comadres y nodrizas han vuelto leyenda. Pero nadie les dijo que Jaluf, el menor, jamás tuvo el alma para el esfuerzo ni el lomo para el trabajo. Que mientras sus hermanos se dieron a trabajar con diligencia, él prefirió tocar su flauta, silbarle al vino y mirar a las mozas desde las sombras de los puentes. ¡Oh, las mozas! Bendita perdición…

— El arte de vivir está en saber cuándo no hacer nada —proclamaba mientras afilaba con una navaja la boquilla de su instrumento.

Sus hermanos se marcharon del hogar un día de mayo. Uno, el mayor, hacia Francia en busca de construir hermosos templos. El otro, más ligero de patas, tomó rumbo a las couad des del mundo, siguiendo sueños de oro. Jaluf, en cambio, no marchó por decisión, sino por el azar.

Una noche de luna turbia, tras una disputa con el tabernero por unas cuentas de vino que ni él ni sus amigas de una noche pensaban pagar, Jaluf acabó embarcado —medio por engaño, medio por embriaguez— en un navío de velas rotas y tripulación más dispuesta al juego de dados que a la navegación. Fue así como arribó a Nisia, tierra de gente con más callos que palabras, donde el aire huele a sal y a sopa de cangrejo. Donde ni el más vago podría medrar sin ingenio alguno.

Y allí se quedó.

Nisia no pide prisa, ni honra, ni casa fuerte. Basta con saber cuándo reír, cuándo dormir y cuándo tocar una nota triste bajo el cielo rosado del anochecer. Jaluf halló su sitio en una esquina del mundo, flauta en mano. Sin pasado ni intención de futuro, como buen vago con vocación. Pero empezando a plantearse medrar entre truhanes y gente laboriosa.

Y a veces —solo a veces, muy pocas a decir verdad— se asoma al recuerdo de sus hermanos. Pero como el humo que se pierde en el viento, la nostalgia apenas le roza. Porque, como él mismo dice, la vida es breve y el descanso largo, y no hay razón para apurarlo.

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