El guerrero culto, el vivo reflejo del ideal caballeresco, ganó una compañía de mercenarios en las rebeldes tierras del norte de Hispania y, con 16 años juró lealtad a un Reino en descomposición. Luego decidió unirse a la Hermandad y, cuando vio que poco se podía sacar de allí, asaltó su caja de caudales. Alguien tenía que pagar sus estudios superiores. No estaba bien seguir haciéndole creer a su mecenas BlackCrow que estaba en París estudiando con los mejores maestros.
Pero al Cuervo Negro pocas cosas se le escapaban. Así que, mientras cruzaba el mar en un pequeño velero alquilado, el capitán se le aproximó y le hizo entrega de una pequeña carta lacrada.
— ¿Y esto?
— Me la dieron en el puerto. Y, me dijeron, que os la diese en alta mar. También pagaron por el rumbo que debía de tomar.
Sancho sorprendido, rompió el sello y leyó.
—¿A Roma? — pregunto al capitán para saber si le habían pagado por ese trayecto —.
—Exacto.
— Pues me dejáis en Lübeck y nos repartimos el dinero sobrante por el resto del viaje en barco. Tengo cosas que comprar en los principados alemanes y poco oro.
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