Allí tras años de sacrificio de esclavos y una hecatombe digna de Surt, los sacerdotes del Reino de Portugal se reunían para dar la bienvenida al Ragnarok profetizado.
Bjarki Cagraupa iniciaba los rituales como había aprendido del perverso Lárus Telamónida El Viejo. El esplendor de Portugal había quedado patente tras las grandes maravillas construidas, símbolos de que eran el pueblo elegido. Ellos eran los futuros herederos de Midgard. Del Nuevo Midgard que se abriría ante ellos cuando todo los viejo quedase atrás, cuando todo el mundo pereciese bajo el fuego sagrado de Surt.
Bjarki se acercó al borde del pozo del Caos y comenzó a decir:
"Habrá un invierno, el llamado
Gran Invierno; soplarán entonces desde todos los confines
tormentas de nieve, hay frío muy grande y cortantes vientos, y
deja de alumbrar el sol. Su duración será de tres inviernos
seguidos sin verano por medio. Pero antes habrá otros tres
inviernos de grandes luchas por todo el mundo: se matan
entonces los hermanos unos a otros llevados de la codicia, y
nadie se detiene ante su padre o su hijo, al cual asesina y se
alza contra su propia sangre."
Miró a Lárus Telamónida y éste subiendo a su lado comenzó a recitar la última parte que habían acordado:
" Del sur viene Surt con el mal de las ramas,
resplandece la espada del dios de los muertos;
rechocan los riscos, rebullen las brujas,
al Hel van todos, el cielo se raja."
Se hizo el silencio y se encogieron los corazones de los presentes. El verdadero Ragnarok acababa de iniciar.
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