miércoles, 1 de marzo de 2023

Lárus Telamónida y sus Lecciones - Lección V

Höðr mira a una hembra del ganado con ojos golosos. No hay desprecio en él, tampoco lujuria. Parece que sus sentimientos son intensos y profundos. 

Desde la paliza que recibió en Ceuta, no me habla como antes. Solo obedece como un perro apaleado y cuando le hablo no aprende. Me desespera.

— Höðr, aproxímate — obedece fingiendo no estar mirando a la hembra —. ¿Sabes de quién descendemos?

— De Wotan Telamónida. Rey de los Búlgaros, emper… 

Le interrumpo en su letanía. Ya me sé toda aquella historia. 

— ¡Patrañas! — me mira sorprendido, esbozo algo parecido a una sonrisa mientras acaricio mi barba —. Descendemos de Surt. Pertenecemos a la raza escogida para llevar a cabo su misión. Somos los que repoblarán Midgard cuando su espada de fuego lo arrase todo.

— Disculpe. También lo iba a decir — tiembla de miedo ante mi posible castigo —. Somos el pueblo nacido en Muspelheim de la simiente del gigante.

— Por eso mi querido discípulo, no podemos mezclarnos con el ganado. Salvo que queramos ser ganado. ¿Quieres servir de sacrificio a Surt?

Le miro. Agacha la cabeza. Llamo a un par de oficiales para que me traigan a la hembra.

Sucede lo de siempre. Se pelea, se arrastra, llora, grita,... El ganado se alborota en sus jaulas y rediles.

Sacó mi puñal de sacrificios que llevo escondido bajo el pecho. Fue fabricado en los albores del tiempo con afilado sílex, decían los antepasados que era obra del propio Surt. Pocas veces lo uso. Sólo eventos especiales. 

Se lo entrego a Höðr. Mientras postran a la hembra a mis pies. Ahora tiemblan los dos. Sonrío. 

— Nunca has sacrificado con tus manos ganado. Hoy es el día. Una sucia cristiana que adora a falsos dioses. Eso contentará al nuestro señor. ¡Hazlo¡ ¡Hazlo! ¡Hazlo!

Repito la orden para que mis hombres me imiten. Poco a poco la letanía se extiende por la tropa, tapando los llantos y maldiciones del resto de ganado. 

Höðr llora. Le gusta la hembra. Es débil ante unos ojos hermosos y una cara bonita. No ve a esa inmundicia como lo que es: ganado. Nosotros no podemos perder nuestra fuerza vital con los animales. Nuestra tarea no admite ese tipo de debilidades. 

El niño arroja el sagrado puñal al suelo y la abraza. Ha decidido ser débil. Implora clemencia por ella con sus propias lágrimas. Sus mocos infantiles derramando se por sus narices. 

— Tendré piedad de ti — le digo, será difícil dar con un pariente al que educar desde cero. Pero lo disfrazó como favor para él —. De ella… 

Recojo el puñal y apartándole de una patada, agarro el rostro de la hembra. Le salto un ojo, le rajo media cara,... Höðr sigue implorando. Los Oficiales ríen conmigo. 

Disfruto con la sangre. 

Gozo con el sufrimientos. 

Siento el calor de la morbosa satisfacción. 

El chico tiene que aprender. No viviré para siempre y Surt necesitará a sus elegidos cuando llegue el Ragnarok.

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