martes, 29 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 15. "De la Hermandad en la isla de Arran." Parte II.

Era una fría mañana de Marzo cuando se descubrió el cuerpo sin vida de uno de los mejores amigos de Sven. Se llamaba Sigmund y provenía de la isla de Åland, como gran parte de los miembros de la Hermandad. Medía cerca de siete pies y no consumía alcohol. Había demostrado no tener piedad con otros paganos y excesiva clemencia con los cristianos. Era un hombre serio pero muy capaz. 

Su cuerpo sin vida apareció cerca de la playa. Fueron un par de niños escoceses, oriundos de la zona, los que dieron con el cadáver. Se entretuvieron orinando el cuerpo y le habían golpeado con un palo antes de que uno de los centinelas lo viese todo desde el Torreón. Al verse sorprendidos gritaron en su idioma una alabanza al Cardenal Simón y echaron a correr a sus penosos hogares. 

Basilio y los últimos doce monjes, pues no habían roto sus votos eclesiásticos, llevaron el cuerpo a un punto seco para examinarlo. El viejo monje pensó en buscar a los niños para que le diesen detalles de cómo estaba originalmente, pero desestimó la idea cuando vio la profunda puñalada que tenía en el hombro. Aunque no era la única marca, en el cuello podía verse un corte poco profundo. Como si le hubiesen intentado degollar con un filo mellado. La cabeza estaba destrozada y no podía ser culpa de los zagales escoceses. 

— ¡Qué no se sepa entre la Hermandad! — ordenó a sus fieles monjes —. Arreglad el cuerpo y mañana lo enterraremos. Extender el rumor de que se cayó por algún acantilado. 

Cuando daba aquellas instrucciones pudo ver a Sven bajar desde el Torreón a la playa maldiciendo en su lengua natal. Basilio colocó sobre el cuerpo una telas que habían bajado para envolverlo. No quería que el muchacho viese las heridas. 

— ¡Ayer tuvimos una reunión! —exclamó Sven cuando llegó. Se arrodilló ante el cuerpo hinchado por el agua y empezó a llorar con amargura—. Nos despedimos después de la misa nocturna.

— Seguramente se fue a un acantilado y con la llovizna de estas tierras resbaló. Suele pasar. 

— ¡Imposible! Le tocaba hacer guardia por los pasillos. Nunca faltaría a su trabajo — se quejó amargamente Sven —. No era pendenciero, no era mujeriego,... Sigmund era lo más cercano a un monje como vosotros. Sólo era fiel a San Atenodoro II y la Hermandad. ¡Le han tenido que matar! 

— De momento —acerco sus labio agrietados al joven y susurró — diremos que se cayó. Hay que descubrir al asesino. 

Basilio apoyó su mano derecha en el hombro del joven líder para darle ánimos. Se avecinaba una verdadera investigación por asesinato. 

lunes, 28 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 14. "De la Hermandad en la isla de Arran." Parte I.

La Hermandad de San Atenodoro II llevaba varios meses instalada en Escocia. Habían decidido quedarse allí para saborear los frutos de su exitosa marcha por las tierras de los enemigos de Sancho Garcés.

La gran desgracia era que habían perdido buenos hombres en las tierras de Varan Darluight. Sven se había frustrado sobremanera al tomar decisiones alocadas y eso llevado a un tal Xacobe a tomar el mando en diversas ocasiones. Era este gallego el último superviviente del ataque de los Jomsborg a San Atenodoro II y, por tanto, era muy valorado por ser el último miembro de la Hermandad en ver al Santo con vida. Es importante el detalle de con "vida", ya que el propio Sancho el día que tomó el mando de la Hermandad aseguró que Atenodoro II en carne se le había presentado.

Las últimas noticias que tenían de Sancho les invitaban a quedarse allí todo el tiempo que deseasen. No había guerras en camino y si las hubiese las tierras inglesas les suministrarían. De las islas a Hispania ya sólo sería cruzar el mar.

Así en tiempos de paz, Basilio pudo comenzar un libro sobre los "Hechos de San Atenodoro II de la Casa de Telamón". Sven y Xacobe, por su parte, iniciaron una pelea soterrada por el favor de los miembros de la Hermandad. Pelea que estaban dirimiendo día a día, fiesta a fiesta. 

miércoles, 23 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 13. "De los asuntos romanos extramuros de Roma"

A veces en plena noche, desde la fortaleza de BlackCrow se podían ver las fogatas de los ejércitos a las puertas de Roma. No era una visión que dejase tranquilo a cualquier cristiano, pero a Sancho lo que le preocupaba eran los gentiles en intramuros y extramuros de la ciudad. 

Aquella sensación de sentirse responsable del corazón de la Cristiandad sólo podía achacarla a la Hermandad de San Atenodoro II que estaba a su cargo. Sancho se preocupaba de si mismo y de aquellos que le habían demostrado lealtad y amistad. Las gentes de Roma no se encontraban en aquél selecto grupo.

Retocaba la barba de Sancho, la Novicia, con una afilada navaja. El joven estaba enfrascado en sus pensamientos. Calculando si debía pronunciarse sobre los sucesos eclesiásticos o, mejor, mantenía su silencio. 

— ¡Sancho! — dijo el Capitán entrando abruptamente y rompiendo el silencio de aquél acomodado cuarto —. Parece que hay nuevas de los curas. 

— ¿Qué nuevas? — se acarició las mejillas y con una mano apartó la navaja de la Novicia. Consideraba que estaba listo —. ¿Shylock saca a sus tropas de Roma?

— ¡No! La nueva es que Mateus I ahora dice que el Camarlengo miente. Que el no aceptó tratados y... 

— No sigas... —levantó la mano para hacerle callar —. Saber esas cosas me hace hervir la sangre. Gente que se comporta así... No come ni deja comer. ¿Quién está haciendo público el mensaje? Shylock no sale ni a las murallas por si le cae una flecha. Tampoco veo a los del Pacto yendo a Lubeck. 

— ¡Ja! Eso os molestará aún más. 

— ¿Galahad? ¿Don Neutral? — Sancho empezó a reír —. ¡Qué interesante se pone todo! Hay que estar con la pluma lista para próximos mensajes. Y, con las espadas prestas, por si hay que liberar a los romanos y apoyar al viejo Camarlengo. 

lunes, 21 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 12. "De la Santa Misa a la Santa Cama"

Sancho nunca había estado tan cerca de los grandes señores del Reino. Tampoco se habría atrevido a cruzar una palabra con ellos, sin permiso de BlackCrow, pero allí estaba sentado en la iglesia de Zaragoza junto al rey Setkull. En otro lado Lord Comandante, Richard Plantagenet y su mentor. 

"¡Qué importante podía haberse sentido Valistar!", pensó. Aún recordaba cómo junto a su compañero se había reído de algunos actos tan solemnes como aquél. Ninguno habría pensado que le despedirían con uno de ellos.

La Novicia estaba tan concentrada en la misa que al terminar decidió ayudar al alto clero Aragonés que representaban Facundo y Jakob. Poco podían imaginar aquellos dos sobre el origen de la chica, así que Sancho la dejó a cargo del Capitán. Siempre con la misión de no dejarla interaccionar mucho con el arlesiano Galahad, próximo al anterior Papa. No se podía permitir que se descubriere donde estaba la hija ilegítima del anterior Santo Padre, menos aún porque se podría relacionar a Sancho con el gran robo en el Cónclave. 

Al terminar la misa el joven quiso ver el cadáver en descomposición de su viejo amigo. Al fin y al cabo, poco recordaba del último encuentro. Había sido antes de marchar a la batalla en Francia. Los dos bebieron varios pellejos de vino y terminar la noche en lugares insospechados. Valistar era demasiado serio y Sancho pendenciero en exceso. Así que mientras el primero terminó yendo borracho a velar armas, el otro se quedó tumbado en el barro de una mugrosa calle de Simartha. 

— ¡Ay, viejo amigo! —susurró al ver el cadáver que olía a demonios pese lo mucho que algún experto se había ocupado por arreglarlo —. Tenías que ser tú el que me despidiese a mí. ¿Qué puedo yo dar a nuestro duque más que problemas? Tu eras voz de valor y sabiduría. Eras la mano amiga que protege a la persona que más amamos. ¿Por qué tuviste que ser tu? 

Una lágrima empezó a resbalar por la mejilla barbuda. Sancho no quería que nadie le viera, pero con tantas personas alrededor se hacía complicado. Se limpió el rostro y acarició el águila roja que colgaba de su cuello. Aunque no fuese muy creyente, cuando uno se veía en aquella tesitura esperaba que hubiese un Paraíso en los Cielos donde poder reencontrarse con los seres queridos. 

— San Atenodoro II interceda por ti antes Dios Padre. Ahora seré de los que lleven tu caja a la que será tu Santa Cama. Hasta siempre Valistar. 

viernes, 18 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 11. "De cómo las dudas detienen a los miembros de la Hermandad"

— ¡El francés se ha vuelto germano! ¿Qué hacemos? — preguntó Svein escupiendo en los verdes campos daneses —.

— Lo último que se nos ordenó era hacer Fortuna con Francia... — afirmó Basilio mirando los escudos de Conan —. Tampoco habíamos hecho nada importante... Estoy perdido. Soy Monje, no soldado.

— Podemos fingir no ver los escudos del SIRG en estos días de confusión...muchos de los nuestros no saben de heráldica —sugirió Svein con sonrisa pícara —. Después de todo no está clara su postura en la guerra y su norte es más rico que toda Escandinavia junta. La otra opción será irnos más al sur.

Basilio se encogió reflexivo. ¿Qué esperaba Sancho de ellos? Una tropa famélica con muchos oros en su poder pero poca comida y ganas de volver atrás. ¿Seguiría vigente la orden de no atacar ingleses? ¿Qué podían hacer? 

jueves, 17 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 10. "De las tristes noticias y las poco fiables noticias"


— Dicen que murió valerosamente contra las tropas de Falkor — leía el Capitán una carta arrugada mientras a Sancho en una silla la Novicia le cambiaba las vendas del pecho —. Dice el escrito de Paspartout que Valistar yacía sobre una montaña de cuerpos franceses. Qué murió más por el agotamiento que por el tamaño de sus heridas... Aunque luego aclara que tenía más flechas clavadas que San Sebastián...


Sancho miró hacia la ventana para contener las lágrimas. La muerte de Valistar era un duro golpe, aunque más duro sería para los franceses. Si tanto le dolía aquel suceso a él, al Duque le dolería mil veces más. Y, BlackCrow, no tendría piedad de quienes le causaron aquél sufrimiento.


— ¿Dice algo del Duque? — preguntó la Novicia sacando una venda purulenta del torso desnudo de su amado —.


— Poca cosa que no sepamos — leyó el Capitán un poco y asintió —. Sin Tregua a por los franceses y que espera noticias vuestras.


—Tenemos que ir a Lyon. Supongo que es la mejor forma de rendir honores a mi amigo muerto — aguantó un chillido de dolor. La Novicia le acababa de arrancar otro vendaje —. Preparemos las tropas que podamos reunir y marchemos al norte. Avisad a Black. 


— La última vez que habéis ido al combate las tropas del Canciller Kouran casi os dan matarile. No lo veo prudente.


El Capitán tenía razón pero poco podía hacerse en aquellos días de guerra. Dolor físico y dolor psicológico eran la compañía de todos los envueltos en aquel conflicto que aún no tenía fin. Sancho se acarició el águila roja.


— ¿Qué sabemos de la Hermandad? No estaría mal ver llegar a esos cruzados de San Atenodoro II con sus quince mil hombres.


El Capitán tragó saliva.


— Bueno...parece que han nombrado como líder a un joven de Åland llamado Sven y que en todo momento lo guía Basilio. Ya sabeis, el viejo escriba de Atenodoro II.


— ¿El monje viejo que olía a orín? ¿El tuerto? ¿No es más confiable el tal Xacobe? 


— Basilio es capaz de decir que sacó quince mil hombres de unas islas donde había apenas 5000. Xacobe a duras penas sabe contar hasta diez. 


— Confiaremos en que se haya unido gente por el camino. Confiaremos.... — acarició la cabeza a la Novicia mientras limpiaba la fea herida —. Recuerda enviar cartas a nuestro hogar. Misas todos los domingos por Valistar y una al mes por nuestros caídos. ¡Qué soy Vizconde coño! Qué se note que no somos saqueadores cualquiera.

miércoles, 16 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 9. "De la reunión que llevaba a la guerra"

Tenía el joven Sancho Garcés un broche para su capa con forma de águila bermeja. Se lo habían enviado los últimos miembros de la Hermandad en la isla de Åland. Había ordenado, como cabeza visible, que todos se fuesen del lugar y lo dejasen a sus legítimos dueños ingleses.


Al final, sólo las circunstancias les habían llevado hasta aquel lugar. Siempre sería el sitio fundacional de la Hermandad pero aquella no entendía de procedencias o culturas, así que en Burgos echarían las raíces. Cerca del lugar de origen del Santo al que rezaban.


Estaba en la ciudadela de BlackCrow acompañado del Capitán y la Novicia. Parecían su sombra. Lo curioso era que poco había intimado con ella y, menos, con el viejo marinero.


El ir y venir de soldados ya era señal suficiente de que algo sucedía. Entonces vio a su viejo amigo pasar con una armadura resplandeciente, seguido de Passpartout. Se acercó a ellos. 


—¿Me estabas preparando una recepción? —dijo sonriendo el insensato joven —. No era nece...


— ¡Estalla una guerra y tú sigues con éstas tonterías! — le cortó el duque —. Bien puedes empezar a sentar la cabeza. ¡Quiero verte con tus soldados en el frente! No creas que por haberte hecho de oro en Roma  puedes olvidar cuál es tu deber.


Sancho agachó la cabeza avergonzado. No le gustaba ser reprendido como un niño por la persona que más admiraba después de así mismo.


— ¿Puedo hacerlo según mis propias reglas? 


— ¿Sabes acaso contra quién vamos?


— Oro, fama y tierras. No necesito saber más y luego seguir mis propias reglas. Soy el último asturleonés y el único provinciano de Aragón.

martes, 15 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 8. "De cómo llegó a Aragón y los hechos que llevó a buen término"

Cruzar el Mediterráneo para llegar a las costas aragonesas tomó más tiempo del debido. Primeramente porque a Sancho no le gustaban los viajes en barco. Si había algo peor que el "brebaje de Igor" era el vaivén de una carcasa de madera flotando. Así que con todas las riquezas conseguidas en Roma, decidió malgastar algunas en la ciudad de Marsella.

El Capitán se había convertido en la sombra protectora de la Novicia. Y, a Sancho, no se le escapaba que todo era una medida de su amigo BlackCrow. El Capitán bien podía ser la conciencia del propio muchacho. La voz del raciocinio que a veces le faltaba.

Lo primero que hizo al pisar suelo aragonés fue enterarse del lugar donde pensaba asentarle BlackCrow y donde ya le aguardaban los miembros de la Hermandad. Así que se encaminó hacia aquellas tierras.

Decidió en que lugar se establecería y en unas pequeñas montañas decidió dos cosas. Construir una Fortaleza para orgullo de su Familia y un monasterio dedicado al Santo de la Hermandad. Así quedaba su obra para la posteridad pues sentía que la guerra estaba próxima.

domingo, 13 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 7. "De cómo sacar una ventaja donde no debería haberla"

— ¡Imposible! — exclamó Sancho mientras asistía a la novicia —. Estaba a cargo de las monjas de clausura que hacen las Galletitas al Obispo Shylock. No la escogí sabiendo lo bien educada que estaba aunque en estas semanas se haya ganado mi corazón. 

BlackCrow meneaba la cabeza. Estaba muy claro que sabía más cosas que el joven.

— ¿Por qué sabéis su origen? ¿Estáis seguro? — Sancho palmeaba la cara de la chica junto Paspartout —. Increíble...

— Toda Roma habla del robo a los obispos pero en los pasillos de la Santa Sede les preocupa más la desaparición de una novicia.

— ¡Cielo Santo! — exclamó el asistente del Duque —. ¿Qué hacemos?

Sancho empezó a esbozar una sonrisa.

— No hay de que preocuparse. La chica me ha demostrado saber idiomas antiguos, ser resolutiva y devota a mi como nadie. Además me gusta lo suficiente como para cumplir mi palabra y dejarla ser libre... Me la llevo a Aragón.

— ¿Y en qué piensas? — dijo BlackCrow —. No hay Papa. 

— Cuando lo haya, bien puede regresar la novicia en busca de algún puesto. Por mis tratos con la Madre Superiora de su Orden se que los votos monásticos son algo laxos en la capital de la Cristiandad. Con ésta joven bien puedo venir yo u otro hombre igual de capaz. Las riquezas no dejan de entrar en estos Santos Lugares. La Fé es una de las formas más nobles que conozco de enriquecerse de forma fácil.

La chica empezaba a despejarse. Así que Sancho la tomó en sus brazos.

— Me la llevó a mi cuarto. En cuanto me deis permiso cojo el barco y me voy a Aragón. Tengo mucho oro que gastar y vender.

sábado, 12 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - ¡Ay, Sancho!, escrito por BlackCrow.

BlackCrow ya había pasado de la decepción, al coraje, del coraje a la furia, de la furia a la preocupación, de esta al miedo, del miedo a la risa, de la risa a la histeria, de la histeria a la consternación, y así seguía siendo la avalancha de sentimientos. Al principio, Paspartout había reñido también a Sancho....


- ¡Querido!, ¿pero que hiciste? - y contemplaba a la hermosa criatura que le acompañaba - ese claustro es de por vida, la madre de esa orden tiene mucha influencia en Roma, ¡pasa directo con el Camarlengo! - y volvía la vista a la puerta - debiste decirle al duque....


* Paspartout querido - su seguridad y arrogancia muchas veces podían desquiciar o bien dar certeza a propios y extraños de que algo tramaba, o sabía - la madre no dirá nada, tengo mis sospechas de que no me acusaría, lo que tomamos fue apenas un pelo de gato entre tantas riquezas, y tengo el presentimiento de que el duque no estará tan mo....


+ ... y entro el Duque - ¡Sancho!, ¡Sancho con una mierda! - Paspartout iba a decir algo - y tu ¡cállate!. Sancho, por que demonios crees tu que esta niña tiene una cara tan bonita....¿Por que?...


* Dios la bendijo - y guiñó un ojo a la fémina, esta se sonrojó al instante.


+ Claro que la bendijo. Vela bien, buen porte, bien educada, fina de modales, culta...


* Y ahora es libre para poder vivir a su ant....


+ ¡Es la hija del difunto papa!....


Paspartout se santiguó, Sancho quedo estupefacto, la raptada se desmayó, una mujer del servicio tiró una bandeja, y BlackCrow no hacía mas que mirar a Sancho.....

viernes, 11 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 6. "De cómo en Roma se toca lo divino y lo terrenal" Parte 3

Si había otra vida después de la muerte y en ella un ser superior debía juzgarte, a Sancho no le importaba mucho. Era consciente de que ante la duda debía aprovechar al máximo los dones que la Naturaleza o ese Ser Supremo le habían dado. Uno era la inteligencia y su capacidad de aprender; otro era su atractivo físico; y, por último, algo menos tangible, su capacidad de crear confianza. También se podía añadir la falta de cierto sentido moral pero eso ya había quedado patente en más de una ocasión.

La Madre Superiora de las monjas era la mujer más horrenda que alguien podría haber visto en su vida. Su cara arrugada y de nariz ganchuda, sus dientes negros y desgastados, su cuerpo de tonel y faltó de higiene...todo aderezado de su prepotencia y superioridad con el resto del mundo. Era un cóctel explosivo que había acabado con el faldón del hábito en el cuello, roncando como un buey y un Sancho, un poco asqueado de sí mismo, a su lado. Varias horas trotando con aquella mujer le parecía lo más cercano al Infierno, si existía. Desde la tarde hasta bien entrada la noche. La mujer tenía de insaciable lo mismo que de fea. 

El chico tenía en sus manos el manojo de llaves que abrirían los arcones. Así que ya podía ponerse manos a la obra. Se colocó la larga sotana de sacerdote y salió de la habitación de la mujer sin hacer un solo ruido.

Si algo tenían los pasillos en la Santa Sede era que parecían eternos. Ojalá a su muerte no llegase a un infierno tan pulcro y lleno de puertas con una Madre Superiora deseosa de confesión nocturna desde el primer día que la había conocido. ¿En qué celda dormiría la pequeña novicia? Ella, sí que le hacía hervir la sangre y con gusto aceptaría cualquier castigo terrenal o divino. En aquellas semanas le había cogido gran apego a la chica, así que la había mandado hacer una tarea aprovechando que sabía leer. Se la iba a llevar consigo y una vez fuera de Roma la dejaría ser un pajarillo libre con la vida solucionada. A veces, uno tenía su corazoncito. 

Cuando alcanzaba el final del pasillo, se le cruzó el Camarlengo. Lo supo por las ropas de Cardenal y es que solo había 2 cardenales en la Santa Iglesia: Simon el inglés y él. El chico tragó saliva y acarició el águila roja que llevaba colgada en su cuello. 

— Buscaba un sacerdote — le dijo en un tono firme que denotaba su poder. También, se notaba, que estaba tan acostumbrado a dar órdenes a los que estaban bajo su mando que no distinguía a unos de otros. Ver un sacerdote por la Santa Sede ya era indicador suficiente para saber que tenía que ser uno de sus lacayos —. Necesito que vayáis a mis aposentos. Se me ha olvidado el Evangelio de San Juan y está madrugada toca su lectura en el cónclave. El santo y seña de hoy es: Papa Porto y Rosas. Así que daos prisa. 

Sancho asintió. No iba a estar mal aquella orden. Al fin y al cabo, los aposentos del Camarlengo eran unos de los que iba a visitar. El plan era noquear a los guardias pero ahora no hacía falta. El Camarlengo le acababa de dar acceso de una forma poco peculiar. Seguramente con lo viejo que era tenía algún tipo de demencia. Hizo una genuflexión y corrió a las cocinas. No había tiempo que perder. ¿Era una señal divina? ¿Estaba Dios poniendo a su servicio la casualidad? ¿o era Satanás? 

— ¡Por fin! — la voz del Capitán le llegó a su espalda una vez pasó el umbral de la puerta de la cocina. Iba vestido con ropa de guardia vaticano —. Llevamos desde el anochecer con los cojones de corbata. Si llega a venir un guardia de verdad... 

— ¿Estáis todos? — miró al fondo de la estancia y pudo ver a otros siete falsos guardias papales. Le dio el manojo de llaves al capitán —. Busca un arcón de las monjas y ábrelo. Me llevo a cuatro de ellos y traeremos bolsas llenas de oro. Vamos a salir ricos de aquí. 

Sin más conversación y con señas, salieron de las cocinas con un saco de tela cada uno. Al ser bien entrada la noche no había ojos curiosos, solo los guardias haciendo ronda. Pero el Santo y Seña los dejaba quietos, así como la orden de que podían tomar un descanso era obedecida sin rechistar. Parecía que había diferentes contraseñas y la del Camarlengo era la de más autoridad sin importar quien la dijese. Así que Sancho, a medida de robaba todo lo que brillaba, daba vueltas a la idea de que el Camarlengo debía chochear por la edad. Que bien le venía aquello.

Por cada varias habitaciones que veían desocupadas y acababan por saquear, un viaje que se daban los ladrones a los arcones. Pocos obispos iban a verse libres de robo aquella noche. 

— Ya van 5 arcones que pesan como un buey. Con todo lo robado podemos hacernos de oro — advirtió el Capitán —. Además pronto empezarán las oraciones matutinas.

— Quedan un par de habitaciones de obispos. Bien podíamos echar una ojeada — dijo uno de los guardias —.

— Cargad esos arcones en el carro — ordenó Sancho yo voy a hacer un par de cosas —. Vamos a llenar el último.

Sin más conversación y con señas, salieron de las cocinas con un saco de tela cada uno. Al ser bien entrada la noche no había ojos curiosos, solo los guardias haciendo ronda. Pero el Santo y Seña los dejaba quietos, así como la orden de que podían tomar un descanso era obedecida sin rechistar. Parecía que había diferentes contraseñas y la del Camarlengo era la de más autoridad sin importar quien la dijese. Así que Sancho, a medida de robaba todo lo que brillaba, daba vueltas a la idea de que el Camarlengo debía chochear por la edad. Que bien le venía aquello.

Por cada varias habitaciones que veían desocupadas y acababan por saquear, un viaje que se daban los ladrones a los arcones. Pocos obispos iban a verse libres de robo aquella noche. 

— Ya van 5 arcones que pesan como un buey. Con todo lo robado podemos hacernos de oro — advirtió el Capitán —. Además pronto empezarán las oraciones matutinas.

— Quedan un par de habitaciones de obispos. Bien echar un— dijo uno de los guardias —.

— Cargad esos arcones en el carro — ordenó Sancho —. Vamos a llenar el último.

Los cinco hombres volvieron al pasillo pero en esa ocasión, Sancho los dirigió a la biblioteca vaticana que estaba en lo más profundo y recóndito de todo el lugar. No se sorprendieron al ver allí pegada a la puerta a la pequeña novicia, pero si al ver la cantidad de legajos, incunables y becerros. Conseguir el acceso a la novicia le había costado también lo suyo al pobre Sancho: confesar a la Superiora esas semanas, un asesinato a sangre fría y un pato. La técnica del pato nunca fallaba. 

— ¡Maravilloso! — exclamó Sancho —. Ahora los pondremos bajo la protección de la guardia.

— No entiendo porqué hacen falta. Muchos son...

— Shhh — puso su dedo en los labios de ella —. Muchos de los que hay en el cónclave sirven a los intereses sarracenos. El Camarlengo me ha pedido que saque de la ciudad estas cosas. Es una misión secreta. ¿Lo entiendes? — su acompañantes mientras tanto cogían la carga. Los más grandes los ataban y ponían de mochila —. Ahora tienes que tomar una decisión. Quedarte con las monjas o ser libre de vuestra idea de uniros a ellas. Os daremos un nuevo nombre y lugar donde vivir. ¿Qué decís mi amor? Podremos tener una vida juntos lejos de todo este mundo de falsedad y corrupción. 

La chica asintió convencida. Iba detrás de su amado guardia papal. ¿Qué iba a ir mal? Agarró algunos legajos más y les siguió a las cocinas. Al pasar por un pasillo, la puerta a los aposentos de un obispo estaba a medio abrir. 

— ¿Cogemos algo en esta? Es sin duda una señal —señal de qué, se preguntó Sancho pero les dejó entrar —.

Los guardias se llenaban los bolsillos ante la cara ojiplatica de la novicia. Sancho la besó. No había pensando debido a las ganas de huir en que ella iba engañada. 

— Están robando — tartamudeó ella —. ¿Estamos robando?

— No, no, no — Sancho maldijo la señal que había visto su compañero —. Este Obispo es uno de esos que trabaja para el sarraceno. No os preocupéis. Cumplimos órdenes del Camarlengo ya lo sabéis.

— Son los aposentos del buen Rezo — dijo ella —. Puede que sea hasta el futuro Papa. ¿Cómo va a tener tratos con los infieles? ¡Eso es impensable!

Sancho maldijo de nuevo la señal.

— ¡Vámonos! — ordenó y todos salieron por la puerta incluso un pequeño gato —. ¿Qué demonios? No importa. 

Corrieron a las cocinas y el gatito con sus maullidos les seguía. En aquellos momentos estaban cargados como verdaderos ladrones y si les veían todo podía acabar muy mal. Así que Sancho se dispuso a darle una patada al gatito, pero la novicia de interpuso. Cargó los legajos que llevaba a su amado y cogió entre sus brazos al animal. 

— Nos lo llevamos. Así seremos dos los que huimos por ingenuos — y fue la primera vez en el tiempo que la conocía que su voz estaba decidida y dolida por algo.

— Así sea.

Cuando salió el sol el joven subido en el carro, besó el águila roja que le habían dado en Åland. Seguro que aquello era otro milagro inconfesable del Santo. Sujetó después la mano menuda de la novicia para darle ánimos y acarició el gato. Sancho y sus hombres eran ricos y abandonaban Roma para no pisarla nunca más. 

Roma, la ciudad donde se tocaba lo terrenal y lo divino.

jueves, 10 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 5. "De cómo en Roma se toca lo divino y lo terrenal" Parte 2

La cocinas de la Santa Sede eran un ir y venir de personas. Allí había concentrados excelentes cocineros que harían las delicias del Duque BlackCrow; magníficos ayudantes que ponían su empeño en que nada saliese mal; y, luego, estaban los siervos y esclavos limpiando o trajínando con las materias primas. Sancho con su impoluto traje de soldado papal pasaba con pies ligeros entre todos ellos. Agarró un pastelito de crema sin ser visto. Un detalle para con su cita. 

Cada miembro del Cónclave tenía sus propios gustos o pequeñas vanidades. Algunos eran difíciles de leer para saber que pecado capital les mancillaba. Otros confesaban que era la gula y, en especial, la galletitas. Además no unas cualquiera, el obispo Shylock era exquisito en sus gustos y aquellas galletas tenían que ser de una monjas de clausura en especial. Monjas cuyo monasterio estaba fuera de Roma, en zona de guerra.

Pese a que traían galletitas del propio Sacro Imperio y de Francia, no satisfacían al cura. Estaba empeñado en las que hacían las monjas lombarda. Así pues el Camarlengo había pedido a BlackCrow que le trajese monjas del monasterio. Harían las galletitas en el propio Vaticano.

Sancho pasó por los pasillos y, allí en una esquina le aguardaba, una monjita. Una novicia de poca edad y con los ojos más azules que hubiese visto el joven en su vida. En sólo un par de días la había engatusado. Ella, desconocedora del mundo y las personas sin moral que lo pueblan, había caído en sus redes.

— ¿Cómo le va a la más bella de las novicias? — llevaba la mano del pastel de crema oculta en su espalda —. ¿Os habéis enterado ya de lo que os pedí?

La chica se encogió sonrojada y apretó su cuerpo delicado, envuelto en una burda sotana blanca contra la pared. Sancho apoyo la mano libre contra la pared y dejó su cuerpo ladeado de forma fanfarrona. Sacó el pastelito y se lo dio. La novicia parecía que iba a reventar con tanta sangre agolpandose en sus mejillas.

— Son varios arcones — tartamudeó ella —. La Superiora las trajo llenas de harina pero ya se han quedado vacías. Hemos estado varias semanas haciendo galletitas para Shylock.

Empezó a mordisquear el pastel con ganas manchando la comisura de sus labios. Sancho acercó su cara lo suficiente para que los dos sintiesen la respiración del otro. El corazón de la chica iba a salirsele por el pecho.

— Sois como un pajarillo enjaulado. Un pajarillo que debería volar libre —con su dedo pulgar limpio los labios de ella. Luego lo chupó —. Esos arcones estarán bajo llave. ¿No sabréis quién la tiene?

— La Superiora, por supuesto.

— ¿Y como podría yo hablar con ella? — acercó sus labios tanto a ella que la novicia empezaba a sentirse muy agitada —. Necesito uno de esos arcones.

— Ella... — tragó saliva y dejó sus brazos con pastelito incluido caer a los lados de su cintura — imagino que hablaría con un sacerdote. Tiene voto de silencio. No lo haría con un guardia papal.

Sancho asintió. Con las dos manos sujetó la estrecha cintura con firmeza y la besó. Ella cerró los ojos y por la torpeza en el chocar de los labios, él supo que le estaba robando su primero beso. Al separarse se relamió como un lobo que saborea a su presa.

— ¿Sabes? Si lograse una sotana de sacerdote podría visitaros mientras dure el Cónclave — fingió que se le ocurría por el bien de los dos —. ¿Dónde podría cobseguir una?

—Déjalo en mis manos — dijo ella con arrojo —. Estamos lavando las ropas de los obispos. Una de vuestra talla no será difícil pues todos son bastante anchos. Puede que os sobre costura pero es solo un préstamo. ¿Verdad?

— Dios sabe que no miento. Será solo mientras dure el cónclave y vos estéis aquí, pues bien sabe Dios que una vez soluciones el asunto de esos arcones, pediré al Santo Padre que os libere de vuestra prisión — apretó el cuerpo menudo contra él y la besó de nuevo—. Nunca me había sentido así en toda mi vida. Os amo.

La novicia casi de desmaya allí mismo. Sancho se separó de ella y comprobó que nadie les observase. 

— Mañana después de la oración matinal os veo aquí. Si no, yo mismo iré a sacaros de la capilla donde estéis.

La besó levemente en la frente y se fue corriendo a atender otros asuntos. Medio trabajo ya estaba hecho.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 4. "De cómo en Roma se toca lo divino y lo terrenal" Parte 1

El viaje a Roma con BlackCrow no pudo ser tan agradable como era de esperar. Primero por la indigestión, el gran banquete aún permanecía en su estómago dando vueltas y de vez en cuando saliendo por su garganta; y, segundo, por la resaca. Mezclar tantas bebidas alcohólicas no era lo más recomendable. Pero el chico no había podido evitarlo pues, cuánto más alegre estaba, más dado era a beber sin control.


Así que cuando llegaron a la sede de la Cristiandad, Sancho no pudo admirar nada. BlackCrow se empeñaba en hablarle de Imperio, arte, Papas,... Y, lo cierto es que al chico todo aquello le apasionaba, pero no aquél día. Además, tenía la mente trabajando en las formas de alcanzar ciertos objetivos. Así que no podía prestar atención.


En cierto, momento mientras llegaban a los pies de la basílica de San Pedro, unos guardias con las llaves doradas en el pecho pasaron por delante de ellos con muy malos modos, apartando a la gente que se agolpaba en la zona, aunque muchos ya les hacían el paso al verles. Empujaron incluso a los escoltas de BlackCrow. El temerario Sancho pensó en recriminarles su acción pero su amigo, el duque, le sujetó el brazo y señaló una pequeña chimenea.


—No hay acuerdo. Por eso se apuran. 


El joven vio la fumata. Los miembros de la iglesia no habían llegado a un acuerdo para elegir Santo Padre. Sancho acarició, instintivamente, el medallón del águila roja que le habían entregado los miembros de la Hermandad en Åland. El símbolo representaba mejor que nada al que debía haber sido el Papa. 


— Mejor —sentenció y miró a los guardia papales —. Sabes ¿dónde puedo conseguir unas ropas como esas? Creo que vestido así es más fácil andar por Roma.


BlackCrow miró a los guardias y después a Sancho. Le conocía muy bien, sabía que pasaba por la mente del joven.


— Imagino que quieres matar dos pájaros de una pedrada. Pero voy a romperte el corazón, con esa ropa los prostíbulos no son gratis. 


Los dos rieron a carcajadas. 

martes, 8 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - Días Alegres, escrito por BlackCrow.

El recibimiento a Sancho fue una fiesta. Todos los que conocían al duque, sabían que el carácter, la efusividad, y alegría de este, se desbordarían los días que estuviese su querido Vizconde (ya era Márques). También estaban conscientes que la separación generaría un efecto un tanto adverso en él. La última vez, pelearon cuando BlackCrow lo envió a la escuela, el resultado fue una semana en cama, apenas probando alimento. Sancho no lo había pasado mejor, tenía 12 años y un amor incondicional por su amigo, pero también le encantaba el sexo femenino, este gusto era el que lo enviaba lejos, un esposo celoso de baja cuna, prófugo y con capacidad de matar al pequeño Sancho.


Dos guisos de venado, la mitad cocido con cebollas moradas y jugos de cítricos a fuego lento, se servía caliente con verduras de temporada; la otra mitad enterrada cerca de la arena de la playa, primero se ponía carbón a las brasas, ya luego se enterraba un cajón, y encima se ponía el venado todo se rellenaba con sal. Pato a la naranja, cocido a las brasas y servido con verdura de temporada. Robálo al limón acompañado de especias, y cocido a fuego lento. Robálo flameado (de lo favorito de Sancho), este se envolvía en hojas verdes (que sembraban en aragón), y se le ponía directo a las brasas, el sabor lo recibía de la pimienta y el limón, de los cuales era rociado, cuando estaba a término medio de cocción, le agregaban ajo en rodajas finas, se servía con espárragos. Gallina crujiente (otro de sus favoritos), en un balde grande se ponía grasa de cerdo (de preferencia) y las piezas del ave totalmente despellejadas, aderezadas con mostaza, sal y pimienta, cuando la grasa estaba disuelta y muy alta temperatura, las piezas se iban sumergiendo una a una, hasta que alcanzaban la cocción, se acompañaba de verduras como zanahoria y papa. Y el último guiso consistía de lomo de res a la mostaza, este, era el guiso preferido del duque, lo servían con granos y papas, y era flameado con vino para su deleite personal. Hubo vino especiado, vino tinto, vino blanco y cerveza. Pan de carme, pan relleno de manzana y pan horneado, flameado. Cuando la comida terminó, el duque hizo un anuncio...


- Queridos amigos, es mi intención que Sancho conozca ahora que estamos cerca, la ciudad de Roma. Aprovecharé mis buenos tratos con el camarlengo para solicitarle nos permita disfrutar de tan bello escenario unos días. Partiremos mañana y volveremos en unos veinte días.... Paspartout, prepara todo, tu nos acompañas.


* La mirada de Sancho con el Duque era de complicidad, aunque no estaba muy seguro de que forma…

lunes, 7 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 3. "De cómo se llega por mar desde el SIR a Roma"

Pese a lo duro que había sido el viaje a través del Sacro Imperio, Sancho había tenido tiempo de repartir dinero entre algunas Tabernas, entre sus meseras y entre las que no eran meseras. Entre campesinas y en alguna noble de baja cuna cuyas tierras poco o nada de oro soltarían en las cosechas. Las bandas de campesinos, los ejércitos en marcha,... Centroeuropa se desangraba en un sinsentido.

Cerca de Verona el capitán decidió que tenían que tomar un barco. BlackCrow les esperaba por mar y verles llegar por tierra, podía sentarle muy mal al caballero. Lo ocurrido con el anterior barco en Lübeck se quedaría como un secreto que en otra ocasión bien puede relatarse. Baste decir que de por medio hay una apuesta, una infidelidad, fuego y un pato.

Una vez alquilaron un barco en la costa, pudieron ver varias veces carracas musulmanas. El enemigo de la Cristiandad dominaba los mares y algo que debería ser preocupante, parecía no molestar a los lombardos que había contratado el Capitán.

Desembarcaron en Roma, Sancho quiso llegar ante su viejo amigo lo antes posible. Dejó a la guardia y el capitán en sus propios asuntos y corrió al lugar donde estaba BlackCrow.

Sancho se lanzó a los brazos de Paspourt tan pronto le vio. Sorprendiendo al hombre.

—¿Dónde está ese excelso paladín de la Cristiandad y de los Aragoneses? — sonrió Sancho buscándole con la mirada —.

—Estará encantando de recibiros. Lo está preparando todo.

—¡Pues vamos! ¡No hay tiempo que perder! Tengo mucho que contarle.

domingo, 6 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 2. "De cómo se puede carecer de moral y a la vez tener fortuna"

En la Taberna "Der verspielte Däne" se daban cita las personas más influyentes de la ciudad pero también, la de peor fama. Así que era de lo más común que algún comerciante acabase con sus tripas fuera en los callejones cercanos o, que los guardaespaldas de alguno acabasen lanzando al puerto algún raterillo muerto. Tampoco eran problema de Sancho aquellos asuntos "germanos".

En la parte superior del burdel conocía Sancho las maravillas de las lenguas germanas. Con dos rubias bávaras que le doblaban en altura y cuyos pechos bien podían ser el triple de la cabeza del joven, y con todo el alcohol que llevaba acumulado en la sangre las veía por cuatro. Al final era todo matemáticas. 

Hacia unas horas, cuando subió al cuarto con ellas se había sentido como un perrillo faldero al enganchar a una perra de tamaño medio. Por suerte, la llave maestra entraba en toda cerradura y abría compuertas de presas. Y, sé podía decir que lo había logrado varias veces por partida doble. 

Y, allí estaba ahora queriendo otro asalto que su cuerpo no permitía, mirando el techo a medio caer y con las dos mujeres por debajo de su cintura. Llamaron a la puerta. Ellas se detuvieron pero en un tosco alemán Sancho les dijo que siguiesen.

— ¡Sie Folgen! — y acariciando el cabello dorado a una la hizo volver a la tarea—. Wer bist du?

— ¡Ahora nos sale con el alemán! — el hombre de detrás de la puerta la echó abajo de una patada —. ¡A tomar por culo!

Sancho tenía su cinto con espada y daga en el cabecero de la cama, así que agarró la segunda con la rápidez de un rayo. Las mujeres se alejaron y acuclillaron en una esquina esperando el desenlace. No era la primera vez que sus ojos veían una escena así. Un tipo entrando en un cuarto por sorpresa e intentando destripar a otro. "Der verspielte Däne" sería el mejor burdel de la Hansa pero también el menos seguro a juzgar de Sancho.

— ¿Quién eres? ¿Os manda el Obispo Rezo? —en la semioscuridad del cuarto no veía claramente a quien había tirado la puerta pero tenía claro que al sacerdote le había escrito una carta con sus intenciones —. 

— ¿Por qué iba a mandarme un Obispo? Me cago en Dios y en la a iglesia —masculló —. ¿No me reconocéis? Soy el capitán del barco que os trajo hace semanas a esta ciudad.

Sancho respiró aliviado y con las manos indicó a las mujeres que volviesen a la cama. El capitán incrédulo se aproximó a la cama y le tiró una carta con el sello de BlackCrow a la cara. 

— Tienes solo un rato — amenazó al joven —. Si tardas más entramos a por ti. Y no será tan placentero como lo que te hagan esas dos gigantes.

sábado, 5 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - La Carta II, escrito por BlackCrow

Querido Sancho.

No entraré en detalles de lo que me han dicho que sucede en Lubeck, pero creo que hasta tu deberías tener límites. ¿Pero donde tienes la cabeza muchacho?, el mundo no es nada fácil hoy en día, la realeza, los verdaderos señores buscan gente preparada, cuantos jóvenes no crees que están de tu edad ya ganando fama y renombre, cientos por lo menos. 

Sigo prestando mis servicios en Roma, lamentablemente no ha sido definido el nombre del sucesor de S.S. Esos 7 guerreros que ves, serán tus guardias personales. Matarán y harán lo que sea por ti....Pero por ahora yo les pago. Así que junto con el haragán del capitán, te traerán hasta acá, no recibirás un sólo oro hasta que me des un abrazo y pueda hablar contigo. 

Su Majestad Lord Setkull me ha permitido cederte un condado en Aragón. No le ha causado gracia que sigas necio con eso de ´Soy Asturiano de corazón´, y no quise ofenderle con esa historia tuya. Vamos a remediar eso tarde o temprano, espero quede claro. 

Te quiero, apresura el viaje que este viejo necesita de vez en cuando alguna alegría. La cabeza siempre alta Sancho. 

BlackCrow.

viernes, 4 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 1. "De cómo llegó a manos de Sancho Garcés un requerimiento"

Dejaba atrás un tierra pasto de la anarquía y la desesperanza, pero su bolsa iba llena del oro. Si algo había aprendido entre escuelas y universidades, lo había invertido en tabernas y burdeles. Al menos hasta que decidió ponerse manos a la obra y ser el guerrero culto que siempre había deseado su padre y su mecenas. 

El guerrero culto, el vivo reflejo del ideal caballeresco, ganó una compañía de mercenarios en las rebeldes tierras del norte de Hispania y, con 16 años juró lealtad a un Reino en descomposición. Luego decidió unirse a la Hermandad y, cuando vio que poco se podía sacar de allí, asaltó su caja de caudales. Alguien tenía que pagar sus estudios superiores. No estaba bien seguir haciéndole creer a su mecenas BlackCrow que estaba en París estudiando con los mejores maestros. 

Pero al Cuervo Negro pocas cosas se le escapaban. Así que, mientras cruzaba el mar en un pequeño velero alquilado, el capitán se le aproximó y le hizo entrega de una pequeña carta lacrada. 

— ¿Y esto? 

— Me la dieron en el puerto. Y, me dijeron, que os la diese en alta mar. También pagaron por el rumbo que debía de tomar. 

Sancho sorprendido, rompió el sello y leyó.

—¿A Roma? — pregunto al capitán para saber si le habían pagado por ese trayecto —. 

—Exacto. 

— Pues me dejáis en Lübeck y nos repartimos el dinero sobrante por el resto del viaje en barco. Tengo cosas que comprar en los principados alemanes y poco oro.

jueves, 3 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - La Carta I, escrita por BlackCrow

Querido Vizconde.

Me da un placer enorme saber que vuestros estudios han terminado. Desde que partiste no he hecho otra cosa que esperar a este aciago día. Lamentablemente, no me encontrarás en la vieja casa de mi familia, tuve que acudir con urgencia a la santa Sede, ya que había disturbios que enturbiaban el cónclave. Si, hasta acá ando el día de hoy, intentando poner mi granito de arena en semejante lío. Y hablando de eso, me encantaría que vinieras a Roma, los jardines y la cultura son francamente dignos de admirar. Pero además, necesito hablar contigo, palabras que en las cartas no las plasmaría nadie con un poco de cordura. Os espero, venir a la brevedad amigo mío. Este salvoconducto os servirá en Aragón, y para los reinos que nos consideren sus amigos. No tardes.

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Crónicas de Atenodoro II - Apuntes Finales sobre el personaje

Existen muchos textos de Atenodoro II pues un servidor fue bastante prolífico en su actividad, basicamente daba mucho la brasa a todo el mundo. Tristemente no conservo todos los escritos porque muchos surgen en el momento de juego y no son prudentemente guardados.

Apuntar que su captura por los Jombsborg respondía al precio que tenía su cabeza. Sebastián de Griot II había ofrecido una recompensa por ella y Atenodoro II inspirado en su sueño de locura (estaba basado en Corocotta y su entrega a Octavio Augusto) iba por su propia decisión hasta el idrisi. Hubiese sido interesante ver que hacía Sebastián. Aunque debo decir que en todo momento contaba con sacrificar al personaje, por eso ya había realizado la presentación de Xacobe como futuro personaje que rolear. Un buen camarada, BlackCrow, como se verá en los próximos textos, me llevó por otro camino.

Así pues, Atenodoro II murió feliz martirizado por su captor Laramis y sus compañeros Jombsborg en un águila de sangre. El texto no lo conservo, juraría que lo redactó otra buena jugadora, Froya.

Fue canonizado por la Iglesia de Roma (gracias a los buenísimos escritos del Cardenal Shylock) y la Iglesia Británica del Excomulgado Rey-Cardenal Simón Bar Jonah.

Creo que hice bien el papel que me había planteado, con sus fracasos como lograr una Iglesia fuerte. Su gran éxito fue no dejar indiferente a nadie y azotar a todos los que iban en contra de su interés. Usé el Rasgo de Endemoniado para que su enfermedad, que descrita por Guaranpis parecía una epilepsia, fuese la que creaba sus sueños místicos y pareciese que Dios le hablaba. La Santidad siempre había sido el objetivo final desde que se me dio el evento con aquél Rasgo oculto. 

Supongo que los siguientes textos y su personaje, son más livianos de leer. O mejor dicho que guardan mejor el hilo conductor entre los mismos. Ya se verá... 


martes, 1 de noviembre de 2022

Yumara o El despertar 8:24

El paseo del pequeño pueblo con ambiente decimonónico estaba resplandeciente. El sol impactaba y hacía relucir las grandes baldosas. Había mucho bullicio de gente tomando algo en las terrazas un día de verano, tal vez un 15 de agosto porque era una sensación de fiesta bastante extraña.

Allí estaba el hombre plantado mirando una niña con el pelo largo y castaño que le llegaba hasta la cintura. Era bastante guapa. Cara redonda y nariz respingona. Piel morena. Unos ojos castaño verdoso que relucían como el propio sol que le cegaba a él.

Llevaba un vestido blanco con florecillas rojas. Un vestido que llegaba hasta las rodillas y ondeaba con sus movimientos mientras corría por aquel paseo de Pablo Iglesias. Su pelo parecía las olas del mar mientras corría y se reía. Saltaba, jugaba, disfrutaba. 

Ella se detuvo al verle un instante. Miró más allá de él con la sonrisa más bonita que nunca habia visto. Una sonrisa que había visto mil veces antes pero en aquella pequeña le hacía temblar el corazón. 

—¡Mamá! — exclamó—.

El hombre se giró y vio el vivo retrato de la niña en la mujer que estaba tras él. El corazón se lo habían puesto loco entre las dos. La niña corrió hacia ellos. 

— ¡Mamá! ¡Papá! 

El hombre se agachó para recibirla. La besó. La estrecho entre sus brazos para no dejarla escapar nunca y dijo su nombre. Ella le miraba con aquella bella carita de indescriptible de felicidad. 

¿Cómo la iba a poder olvidar? Aquella criatura era parte de su alma. Era parte y símbolo de su felicidad.