domingo, 6 de noviembre de 2022

El provinciano de Aragón, Sancho Garcés - 2. "De cómo se puede carecer de moral y a la vez tener fortuna"

En la Taberna "Der verspielte Däne" se daban cita las personas más influyentes de la ciudad pero también, la de peor fama. Así que era de lo más común que algún comerciante acabase con sus tripas fuera en los callejones cercanos o, que los guardaespaldas de alguno acabasen lanzando al puerto algún raterillo muerto. Tampoco eran problema de Sancho aquellos asuntos "germanos".

En la parte superior del burdel conocía Sancho las maravillas de las lenguas germanas. Con dos rubias bávaras que le doblaban en altura y cuyos pechos bien podían ser el triple de la cabeza del joven, y con todo el alcohol que llevaba acumulado en la sangre las veía por cuatro. Al final era todo matemáticas. 

Hacia unas horas, cuando subió al cuarto con ellas se había sentido como un perrillo faldero al enganchar a una perra de tamaño medio. Por suerte, la llave maestra entraba en toda cerradura y abría compuertas de presas. Y, sé podía decir que lo había logrado varias veces por partida doble. 

Y, allí estaba ahora queriendo otro asalto que su cuerpo no permitía, mirando el techo a medio caer y con las dos mujeres por debajo de su cintura. Llamaron a la puerta. Ellas se detuvieron pero en un tosco alemán Sancho les dijo que siguiesen.

— ¡Sie Folgen! — y acariciando el cabello dorado a una la hizo volver a la tarea—. Wer bist du?

— ¡Ahora nos sale con el alemán! — el hombre de detrás de la puerta la echó abajo de una patada —. ¡A tomar por culo!

Sancho tenía su cinto con espada y daga en el cabecero de la cama, así que agarró la segunda con la rápidez de un rayo. Las mujeres se alejaron y acuclillaron en una esquina esperando el desenlace. No era la primera vez que sus ojos veían una escena así. Un tipo entrando en un cuarto por sorpresa e intentando destripar a otro. "Der verspielte Däne" sería el mejor burdel de la Hansa pero también el menos seguro a juzgar de Sancho.

— ¿Quién eres? ¿Os manda el Obispo Rezo? —en la semioscuridad del cuarto no veía claramente a quien había tirado la puerta pero tenía claro que al sacerdote le había escrito una carta con sus intenciones —. 

— ¿Por qué iba a mandarme un Obispo? Me cago en Dios y en la a iglesia —masculló —. ¿No me reconocéis? Soy el capitán del barco que os trajo hace semanas a esta ciudad.

Sancho respiró aliviado y con las manos indicó a las mujeres que volviesen a la cama. El capitán incrédulo se aproximó a la cama y le tiró una carta con el sello de BlackCrow a la cara. 

— Tienes solo un rato — amenazó al joven —. Si tardas más entramos a por ti. Y no será tan placentero como lo que te hagan esas dos gigantes.

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