Al final, sólo las circunstancias les habían llevado hasta aquel lugar. Siempre sería el sitio fundacional de la Hermandad pero aquella no entendía de procedencias o culturas, así que en Burgos echarían las raíces. Cerca del lugar de origen del Santo al que rezaban.
Estaba en la ciudadela de BlackCrow acompañado del Capitán y la Novicia. Parecían su sombra. Lo curioso era que poco había intimado con ella y, menos, con el viejo marinero.
El ir y venir de soldados ya era señal suficiente de que algo sucedía. Entonces vio a su viejo amigo pasar con una armadura resplandeciente, seguido de Passpartout. Se acercó a ellos.
—¿Me estabas preparando una recepción? —dijo sonriendo el insensato joven —. No era nece...
— ¡Estalla una guerra y tú sigues con éstas tonterías! — le cortó el duque —. Bien puedes empezar a sentar la cabeza. ¡Quiero verte con tus soldados en el frente! No creas que por haberte hecho de oro en Roma puedes olvidar cuál es tu deber.
Sancho agachó la cabeza avergonzado. No le gustaba ser reprendido como un niño por la persona que más admiraba después de así mismo.
— ¿Puedo hacerlo según mis propias reglas?
— ¿Sabes acaso contra quién vamos?
— Oro, fama y tierras. No necesito saber más y luego seguir mis propias reglas. Soy el último asturleonés y el único provinciano de Aragón.
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